Aunque la violencia en Cuba es menor que en otros países de América Latina, la isla no está exenta de ese tipo de expresiones, las cuales han aumentado en los últimos tiempos, como han reconocido incluso medios oficiales.
En Cuba se carece de evidencias sobre la existencia de pandillas al estilo de las "maras" que siembran la violencia en países de Centroamérica, ni la prensa estatal publica la "crónica roja" y, cuando el delito llega a los diarios, la nota se redacta con una prosa didáctica como parte de una política preventiva.
Sin embargo, como en cualquier país, en la isla hay casos de crímenes pasionales, suicidios o trifulcas en una fiesta pública, como los carnavales iniciados el viernes en esta capital, donde al calor de los tragos se puede agredir o incluso matar a una persona.
De hecho, el Código Penal vigente en Cuba sanciona con penas severas, que pueden ir hasta la condena a muerte, a los crímenes de extrema violencia o contra menores.
Desde hace varias semanas, las eufemísticamente llamadas indisciplinas sociales, la violencia y el desorden están siendo fustigados tanto por los medios de prensa oficialista, como por organizaciones políticas y sociales.
En medio de estas denuncias, el primer vicepresidente José Ramón Machado llamó el 30 de junio pasado a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) a elevar la vigilancia frente al delito y las ilegalidades.
En las últimas semanas, la televisión estatal ha difundido reportajes sobre acciones vandálicas perpetradas contra ómnibus del transporte público de pasajeros, paradas de ómnibus, contenedores de basura, teléfonos públicos y hasta robos de bancas en los parques.
El periódico Juventud Rebelde reconoció el incremento de la violencia social en la isla y consideró preocupante las "laceraciones" que han sufrido en la praxis cotidiana el apego a la ley, la institucionalidad y la imagen del Estado socialista.
Medios oficiales de la isla reconocen que la crisis económica en que se hundió Cuba desde principios de los 90 y las medidas para remontarla abrieron paso a manifestaciones de "individualismo, egoísmo, incivilidad, "marginalismo"" y también "violencia cotidiana".
Esta violencia cotidiana se asocia con actos de delincuencia común, como el robo en la vía pública a personas desprevenidas a las que alguien intenta robarle una cadena de oro, como ocurrió a un hombre de mediana edad en una céntrica avenida del distrito del Vedado.
En la intersección de las calles Línea y 4, una muchacha fue literalmente arrastrada por idéntico motivo mientras se inclinaba para entrar en un taxi. El delincuente logró darse a la fuga, a pesar de que la presencia policial en las calles es notable.
Han ocurrido casos dramáticos, de los que la gente se entera por la llamada "Radio Bemba" (rumor de boca en boca) como el caso de un adolescente al que su profesor mató en febrero pasado de un silletazo durante un desorden en el aula, en el barrio de Lawton.
Los taxistas nocturnos no escapan a estas dificultades, tanto los "turistaxis" en divisas como los llamados "boteros" que cubren itinerarios de precios fijos con automóviles de las décadas del 30 al 50 del siglo pasado, con los que recorren las zonas más populosas y pobres de la ciudad.
"Hace falta andar mejor armado que el Pentágono para botear por esas calles en el horario nocturno", dijo en tono de broma Daniel, de 35 años, quien para defenderse de un eventual asalto lleva un machete en el piso de su viejo Chevrolet de 1955.
Sin embargo, en esta isla caribeña de 11.2 millones de habitantes atribulados por la lucha diaria para sobrevivir, también hay otras formas de violencia, que no ameritan desembocar en juicios ante tribunales con sanciones legales.
Jubilados isleños se quejan de que en la vida cotidiana de la población, sobre todo en los meses de verano, se asiste a un sostenido crecimiento de conductas agresivas, sobre todo entre los más jóvenes.
Analistas han identificado como fuentes de violencia el lenguaje cada vez más soez de personas de todas las edades, así como las reyertas en las presentaciones musicales realizadas en sitios como los Jardines de La Tropical o en casas de cultura.
También las letras de las canciones difundidas en los medios y los empujones y golpes que se prodigan algunas personas, tanto frente a la taquilla de un teatro o un cine como para subir a un ómnibus en horario pico, son otras de las expresiones de violencia en la isla.
Pero está también la violencia soterrada que sufre el ciudadano común por el maltrato que le infligen empleados de tiendas, cafeterías, centros comerciales, gastronómicos o de servicios, o incluso personal del área de información en instituciones públicas.
En fecha reciente, el diario Granma criticó estas conductas en su sección Cartas al Director, donde calificó como "lamentable" que muchos responsables de estas actitudes sean trabajadores e incluso funcionarios de áreas de "Atención a la población".
No escapa a la consideración de sicólogos y orientadores sociales, los maltratos que todavía sufre la mujer, pese a los avances de las últimas décadas en la lucha contra la discriminación de género y en la creciente inserción de éstas en la vida económica y social.
La sicóloga Valia Solís Peraza opina que "no se trata sólo del golpe" porque también se ejerce violencia con las miradas, los gestos y las palabras hirientes y hasta con el silencio, entre otras muchas formas de maltrato sicológico.
"La violencia en Cuba es concebida como la solución de nuestros conflictos (.) y es necesario detener y revertir esto", señalaron los grupos disidentes Arco Progresista (AP) y la Coalición Diálogo Pro Derechos (CDPD), que también se quejaron de la violencia contra la oposición.
Sin embargo, como en cualquier país, en la isla hay casos de crímenes pasionales, suicidios o trifulcas en una fiesta pública, como los carnavales iniciados el viernes en esta capital, donde al calor de los tragos se puede agredir o incluso matar a una persona.
De hecho, el Código Penal vigente en Cuba sanciona con penas severas, que pueden ir hasta la condena a muerte, a los crímenes de extrema violencia o contra menores.
Desde hace varias semanas, las eufemísticamente llamadas indisciplinas sociales, la violencia y el desorden están siendo fustigados tanto por los medios de prensa oficialista, como por organizaciones políticas y sociales.
En medio de estas denuncias, el primer vicepresidente José Ramón Machado llamó el 30 de junio pasado a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) a elevar la vigilancia frente al delito y las ilegalidades.
En las últimas semanas, la televisión estatal ha difundido reportajes sobre acciones vandálicas perpetradas contra ómnibus del transporte público de pasajeros, paradas de ómnibus, contenedores de basura, teléfonos públicos y hasta robos de bancas en los parques.
El periódico Juventud Rebelde reconoció el incremento de la violencia social en la isla y consideró preocupante las "laceraciones" que han sufrido en la praxis cotidiana el apego a la ley, la institucionalidad y la imagen del Estado socialista.
Medios oficiales de la isla reconocen que la crisis económica en que se hundió Cuba desde principios de los 90 y las medidas para remontarla abrieron paso a manifestaciones de "individualismo, egoísmo, incivilidad, "marginalismo"" y también "violencia cotidiana".
Esta violencia cotidiana se asocia con actos de delincuencia común, como el robo en la vía pública a personas desprevenidas a las que alguien intenta robarle una cadena de oro, como ocurrió a un hombre de mediana edad en una céntrica avenida del distrito del Vedado.
En la intersección de las calles Línea y 4, una muchacha fue literalmente arrastrada por idéntico motivo mientras se inclinaba para entrar en un taxi. El delincuente logró darse a la fuga, a pesar de que la presencia policial en las calles es notable.
Han ocurrido casos dramáticos, de los que la gente se entera por la llamada "Radio Bemba" (rumor de boca en boca) como el caso de un adolescente al que su profesor mató en febrero pasado de un silletazo durante un desorden en el aula, en el barrio de Lawton.
Los taxistas nocturnos no escapan a estas dificultades, tanto los "turistaxis" en divisas como los llamados "boteros" que cubren itinerarios de precios fijos con automóviles de las décadas del 30 al 50 del siglo pasado, con los que recorren las zonas más populosas y pobres de la ciudad.
"Hace falta andar mejor armado que el Pentágono para botear por esas calles en el horario nocturno", dijo en tono de broma Daniel, de 35 años, quien para defenderse de un eventual asalto lleva un machete en el piso de su viejo Chevrolet de 1955.
Sin embargo, en esta isla caribeña de 11.2 millones de habitantes atribulados por la lucha diaria para sobrevivir, también hay otras formas de violencia, que no ameritan desembocar en juicios ante tribunales con sanciones legales.
Jubilados isleños se quejan de que en la vida cotidiana de la población, sobre todo en los meses de verano, se asiste a un sostenido crecimiento de conductas agresivas, sobre todo entre los más jóvenes.
Analistas han identificado como fuentes de violencia el lenguaje cada vez más soez de personas de todas las edades, así como las reyertas en las presentaciones musicales realizadas en sitios como los Jardines de La Tropical o en casas de cultura.
También las letras de las canciones difundidas en los medios y los empujones y golpes que se prodigan algunas personas, tanto frente a la taquilla de un teatro o un cine como para subir a un ómnibus en horario pico, son otras de las expresiones de violencia en la isla.
Pero está también la violencia soterrada que sufre el ciudadano común por el maltrato que le infligen empleados de tiendas, cafeterías, centros comerciales, gastronómicos o de servicios, o incluso personal del área de información en instituciones públicas.
En fecha reciente, el diario Granma criticó estas conductas en su sección Cartas al Director, donde calificó como "lamentable" que muchos responsables de estas actitudes sean trabajadores e incluso funcionarios de áreas de "Atención a la población".
No escapa a la consideración de sicólogos y orientadores sociales, los maltratos que todavía sufre la mujer, pese a los avances de las últimas décadas en la lucha contra la discriminación de género y en la creciente inserción de éstas en la vida económica y social.
La sicóloga Valia Solís Peraza opina que "no se trata sólo del golpe" porque también se ejerce violencia con las miradas, los gestos y las palabras hirientes y hasta con el silencio, entre otras muchas formas de maltrato sicológico.
"La violencia en Cuba es concebida como la solución de nuestros conflictos (.) y es necesario detener y revertir esto", señalaron los grupos disidentes Arco Progresista (AP) y la Coalición Diálogo Pro Derechos (CDPD), que también se quejaron de la violencia contra la oposición.
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